lunes, 10 de mayo de 2010

La aventura de ser docente

Escogí como proyecto de vida ser licenciado en idiomas. Viajar, conocer lugares, gente, diferentes culturas e idiosincrasias, era lo mío. A decir verdad, es algo que me sigue atrayendo demasiado, y lograr mucho de lo que he mencionado en un principio es un dedo que todavía no quito del renglón con respecto a mi proyecto de vida.

No obstante, ahora cautivada por la práctica docente, me mantengo en este también proyecto de vida. El primero, se torna alterno, y el segundo, se torna en lo primero.

A decir verdad nunca había pensado en ejercer como docente sino todo lo contrario. Incluso, si traigo a mi memoria algunos episodios tanto de mi niñez como de mi adolescencia, al dar respuesta a esa pregunta tan constante: “¿Y qué te gustaría ser cuando seas grande?” lo menos que se me venía a la cabeza era el ser maestro.

Los años pasaron y las circunstancias de la vida, más mis decisiones, me transportan hacia el campo de la docencia. He de aclarar en este punto que la docencia me pareció algo extraordinario en la universidad. Mi profesor de lingüística Hans Paul Manhey, escritor, poeta, filósofo y además boxeador chileno, me mostro cuán noble puede ser esta profesión. Paul Manhey, apasionado de la enseñanza, me permitió aprender que la docencia es una profesión tan noble que mi visión demeritada de la misma cambió de una forma radical.

Regresando al punto de mi traslado hacia el campo de la docencia, este traslado se dio en el más inconsciente de los panoramas. La inercia y la mecánica del quehacer docente, por transmisión y cultura general, me animaron a aceptar la oferta de una amiga en cubrir una incapacidad; y fue aquí precisamente, en donde se origina mi marcha en la docencia.

Al día de hoy, puedo con certeza decir, que el ser docente es algo que me llena de orgullo. Ser docente para mí significa ser un factor de cambio. Ser docente y ejercer la docencia me han ayudado a crecer, en verdad, como ser humano, y además, me ha ayudado a estimar el valor de la vida humana.

Aun cuando comencé mi ejercicio docente en nivel básico, y ahora colaboro en los niveles medio superior y superior, puedo decir que cada uno de los niveles tienen su “encanto”. Servir ahora en el nivel medio superior me ha confrontado con una realidad inmediata, crecer como maestro para poder ser suficiente y poder cubrir las necesidades de cada una de las vidas que pasan por mis manos. La labor es titánica, pero es por ello que estoy de un tiempo para acá, en constante formación y actualización para poder ser lo que con anterioridad mencioné: suficiente para cada uno de ellos.

El quehacer docente, es un quehacer desgastante y además ambivalente. Las recompensas no son fortuitas y además en algunas ocasiones, los maestros ya no somos testigos del fruto de nuestro propio trabajo.

Sin embargo, ha sido en un sentido, hasta cierto punto opuesto, por así decirlo una de las experiencias más satisfactorias en la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario